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Daño psíquico y trans-identidades

Daño psíquico y trans-identidades

Autores: Néstor C. Litter y Nicolás Riquelme Subiabre.

Introducción

En este escrito es nuestra intención hacer un análisis de los nexos causales que configuran el daño psicológico en quienes se autoperciben a partir de determinada orientación sexual, y como desde la Psicología Jurídica podemos contribuir en el respeto y promoción de sus derechos.  

Somos testigos de los avances en los últimos años en la conquista de derechos, fundamentalmente las distintas sanciones legislativas acerca del derecho a la identidad de género, lo cual claramente ha impactado en la clínica.  

El objetivo general del presente trabajo es poder llevar a cabo una aproximación acerca del grado de influencia de uno de los posibles factores causales de la transexualidad.  

Desarrollo

Tomando como referencia los desarrollos de Freud y otros autores psicoanalíticos, analizamos el grado de la influencia de un otro, especialmente la madre, en lo que concierne al rol que juega o a las incidencias de lo que Freud (y autores posteriores) describieron como la Identificación Primaria.  

A lo largo de la historia se han realizado numerosas investigaciones, no sólo desde el ámbito psicológico, sino también del biológico y social. Se han descubierto posibles influencias durante el desarrollo de la diferenciación cerebral, como también de las influencias marcadas por la cultura, en relación a los estereotipos masculino/ femenino. Si bien no es intención de este trabajo, merece una consideración especial aquellos tópicos referidos a las conexiones existentes entre lo biológico, lo psicológico y lo social. 

En el caso de la transexualidad, nos encontramos con un Yo en conflicto, conflicto con la realidad exterior, puesto que se le ha adjudicado un género diferente a su sentir psicológico, que se expresa con el deseo de modificar aquello que le fue adjudicado para que coincida con su deseo (convicción inalterable) de pertenecer al género opuesto. Pero este deseo es diferente al deseo que proviene del Ello, ya que sino estaríamos hablando de psicosis. 

Tampoco no haremos más que mencionar los distintos enfoques y hacia adonde apuntan: el enfoque psicológico y antropológico, que se dirige a las influencias del entorno familiar y social durante la infancia y el enfoque mixto, que considera que la conducta sexual adulta es el resultado de la actuación en diversas proporciones de las hormonas sexuales durante algunos periodos anteriores al nacimiento y poco después de nacer, junto con las influencias familiares y sociales recibidas en la infancia y en la pubertad. 

Pero lo que si es posible pensar es acerca del problema del paciente transexual respecto de su intensa angustia que generada al tener algo en su cuerpo que no coincide con su sentimiento psicológico, llegando incluso a decir que se siente atrapado en el cuerpo equivocado, pero lo percibe, y esto es lo que la distingue -como dijimos- de la psicosis. 

Escuchando a los protagonistas, con voces críticas Desde la afirmación de que no existe un modelo único, sino tantos como personas trans, podríamos hablar de múltiples transexualidades. Puede ser de interés facilitar el contacto con asociaciones y grupos de iguales, con el objetivo de que conozcan la experiencia de otras personas con diferencias de género, que no necesariamente tiene que incluir la modificación corporal.  

Por eso cuestionamos el discurso imperante de modificación corporal y alerta acerca de la creciente medicalización. “La experiencia trans no desaparece cambiando el cuerpo. No es un error que hay que corregir, ni una marca que hay que borrar. Es una forma de vivir el género diversa como tantas otras. Y no desaparece. Por mucho que uno se esfuerce modificando el cuerpo, siempre habrá en él diferencias con respecto a las personas cis: no tendrá la regla, no podrá quedarse embarazada, podrá quedarse embarazado, no tendrá una estatura determinada, tendrá algunas cicatrices…”. “Cuando un chico va a comenzar el tránsito para ser una chica, hay que explicarle que no será una mujer, sino una mujer trans; que no podrá hacer desaparecer algunas características físicas”. “El enfoque para mí no debería centrarse en el derecho al propio cuerpo en el sentido de modificarlo sino en la libertad de vivir el propio cuerpo sin malestares ni violencias, sin presiones que derrumban nuestra autoestima”. (Rachel Levine, Sub-secretaria de Salud de EE.UU, 2021) 

Un sujeto, psíquicamente estabilizado alrededor de su identidad de género varón, que no plantea como motivo de consulta un sufrimiento en torno a su transexualidad sino el malestar que la sociedad (cultura) le impone ante su elección (Bleichmar, 2009) y el sufrimiento como todo sujeto neurótico que su historia acarrea.  

Al hablar del Ser de una persona estamos haciendo referencia a su identidad, al Ser mismo de ese sujeto, al núcleo de su yo, que ha podido hacer una síntesis al poder identificarse con algo que lo represente. (Bleichmar, 2009). Aclarando que la identidad esta siempre en movimiento sobre algunos núcleos que la sostienen que hacen que el sujeto sea en su singularidad.  

Pero la identidad es más compleja que esto, siguiendo a Rother de Hornstein (citado por Hornstein, 2002), la misma es un tejido de lazos complejos y variables en donde se articulan narcisismo, identificaciones, vida pulsional, conflictos entre instancias, la versión actual de la historia, repetición y todo aquello que participa en la constitución del sujeto. Identidad remite a un sentimiento de sí, a una experiencia interior que se apuntala en la construcción identificatoria que requiere la presencia de ciertos puntos de referencia sin los cuales no se sostiene el reconocimiento de sí. 

De-construir el daño

Para Silvia Bleichmar (2009), la identidad de género se asienta en el núcleo del yo, previo al reconocimiento de la diferencia anatómica y junto al polimorfismo perverso. Por tanto, ¿cómo puede sentirse un sujeto cuando lo que se ataca es su propio ser? Un yo establecido previo a la conciencia del binarismo sexual, binarismo impuesto de modo cultural, sostenido por ideologías y prácticas patriarcales que avasallan las identidades que no se identifican a la propuesta heteropatriarcal. 

El concepto de metábola (Laplanche, 1981) es interesante para pensar que algo se asimila pero a la vez se transforma y crea novedad en el psiquismo, aquí aparece la responsabilidad del sujeto con su deseo y su goce. Freud (1913) cita a Goethe y dice “Lo que de tus padres has heredado, adquiérelo para que sea tuyo”. (Hornstein, 2017). 

La fuente del deseo no es solo un cuerpo anatómico sino un cuerpo construido en el conjunto de los discursos y las prácticas intersubjetivas. 

Hugo Bleichmar (2008) dice que el concepto de balance narcisista permite comprender algunas cuestiones de aquel paciente para quien la autoestima comenzó a ser un elemento importante a trabajar en el análisis. Las angustias del sujeto trans entonces seguramente comienzan a aflorar al mismo tiempo que comienza a atravesar esa imagen rígida frente a lo emocional. 

 Así, el varón seguro y firme del inicio le estaba dando lugar a un varón más cercano a sí mismo, a una verdad más propia, que está camino a encontrar. 

La autoestima se compone del interjuego de tres dimensiones que fueron fundamentales en el proceso analítico: representación de sí mismo, ideales y conciencia crítica. 

La identidad trans, además de la inscripción psíquica, tiene una posición social y política (como toda identidad) que difícilmente el paciente puede asumir frente a la mirada de otros. Serán entonces varios años de análisis que la reorganización de su yo y superyó, sus representaciones sobre sí mismo como varón, su cuerpo, la apertura a nuevos lazos vinculares amorosos, laborales y sociales, lo habilitarán a comenzar a reconocerse con la inscripción social, política e identitaria trans. 

También cabe destacar la importancia que tuvo para lo anterior su lucha individual por conseguir ejercer el derecho a las adecuaciones corporales y tratamientos gratuitos que reconoce la ley de identidad de género, ello, conforme las distintas legislaciones que así la regulan. 

En el camino restitutivo y reparatorio de lo que la “normalidad” demanda, hay respuestas.  

Así, tomando como referencia la propuesta de Silvia Bleichmar (2009), podemos hablar de un ordenamiento en la construcción de la masculinidad en cuatro tiempos. 

Primer tiempo: asignación de género por otro. Deseo de ser varón que se instala en el núcleo del yo con enunciados que lo identifican a lo masculino, previo al reconocimiento de la diferencia anatómica de los sexos. Al mismo tiempo y en conflicto con los otros tiempos, un rechazo a lo femenino impuesto y dado en lo biológico. Narcisismo. Ser. 

Segundo tiempo: reconocimiento de la diferencia anatómica de los sexos. Afirmación de conductas sociales masculinas estereotipadas: ropa, pelo, rasgos de conducta y representaciones. Ser y desear tener. 

Tercer tiempo: identificaciones al padre, hermano, amigos y al estereotipo del varón que la cultura impone. La habilitación social y del entorno familiar de ser varón y comportarse como tal. Deseos heterosexuales y homosexuales. Rasgos de carácter identificados al machismo. Sufrimiento por la elección frente a lo social. Ideal del yo. 

Cuarto tiempo: Reasignación de género. La habilitación del placer sexual genital. Reorganización de la subjetividad. Deseos heterosexuales. Varón trans. 

Mantener la masculinidad. Deseos y goce. 

Conclusiones

Se nos impone como necesidad el acompañamiento sin juicios, ayudando desde la clínica a develar enigmas del inconsciente, reconstruir su historia, atravesar estereotipos de carácter, resolver inhibiciones. 

Nuestra tarea consiste en desplazar la secuela dañosa que implica el aferramiento a un estereotipo de varón que ofrece la sociedad patriarcal, génesis de todo. En deconstruir rasgos por identificación e imitación, para dar paso a un yo más estable, menos defensivo y más auténtico. 

Se nos impone también un diagnóstico diferencial, donde el modo en que se ha ido estableciendo la transferencia, las conflictivas edípicas trabajadas, la aparición de angustias neuróticas, la represión como mecanismo dominante, sumado a otros mecanismos defensivos (aislamiento, inhibiciones, intelectualización, racionalización, desplazamientos y formaciones reactivas), el trabajo en asociación libre, la aparición de lapsus, olvidos, actos fallidos y los sueños en análisis, la recepción de las interpretaciones y su efecto a posteriori, sean elementos que -lejos de provocar perturbaciones- contribuyan a generar alivio al paciente sometido a tal grado de daño emergente en una psiquis alterada por la cultura patriarcal dominante 

Y sobre todas las cosas, se conscientes como profesionales de la salud de los prejuicios que nos habitan como sujetos. 

Bibliografía 

Bleichmar, H. (2008), Avances en psicoterapia psicoanalítica: hacia una técnica de intervenciones específicas, Buenos Aires, Paidós. 

Bleichmar, S. (2009), Paradojas de la sexualidad masculina, Buenos Aires, Paidós. 

Bleichmar, S. (2009), El desmantelamiento de la subjetividad. Estallido del yo, Buenos Aires, Topía. 

Freud, S. (1910), “Sobre Psicoanálisis silvestre” en Obras Completas, Tomo XI, Amorrortu. 

Freud, S. (1913), “Tótem y Tabú” en Obras Completas Tomo XIII, Amorrortu. 

Hornstein, L. (2005), Intersubjetividad y clínica, Buenos Aires, Paidós. 

Laplanche, J. (1981), El inconciente y el Ello, Amorrortu. 

doi: 10.30849/psinteram111 | Descarga la versión PDF del artículo

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